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Wellington tiene menos fama que Auckland pero tiene unas vistas maravillosas desde el monte Victoria y está llena de zonas verdes y de espacios culturales

Parece hecho a propósito para perder en el Trivial o cualquier juego de sobremesa que pone a prueba tu sapiencia, pero la capital de Nueva Zelanda no es Auckland, la ciudad de las velas, como sería fácil pensar, sino Wellington.  No es tan famosa ni tan conocida pero si digna de ver, sobre todo si se quiere descansar, relajarse y divertirse antes de cruzar hacia la gran isla del sur del país.

Wellington se encuentra en la misma isla que Auckland, pero en la otra punta, en una de las orillas del estrecho de Cook, y de ahí que se haya ganado su reputación de ciudad del viento. La capital kiwi es coqueta, andable y agradable, con esa mezcla de luz intensa y naturaleza en comunión con el asfalto tan típico del país. Si estás de ruta entre las islas del norte y del sur, Wellington es una parada obligatoria para reponer fuerzas, descubrir la colorista calle Cuba con restaurantes de todo el mundo, tomarse el llamado ‘flat white’ (un café con leche típico), visitar museos y descubrir un poco más la cultura neozelandesa.

Como toda capital administrativa, Wellington acoge el Museo Nacional, donde se cuenta la historia de estas islas que pasaron a depender del Reino Unido –en el siglo XIX- y que todavía tienen al rey británico, en este caso Carlos III, como jefe de Estado. Estos son los lugares y actividades que no debes perderte si decides visitar Wellington:

Weta Workshop

Entre Auckland y Wellington hay horas y horas por carreteras de paisajes fascinantes que han sido escenario de grandes películas como ‘El Señor de los Anillos’, ‘Hobbit’ o ‘Crónicas de Narnia’. Y una vez se llega a la capital kiwi se puede ver el taller donde se realizaron muchos efectos de vestuario y atrezo y de cómo se logró dar forma a las criaturas que pueblan esos filmes. Es una de las fábricas de la magia, que abre sus puertas a los visitantes, en la península de Miramar, cerca del centro de la ciudad.

Monte Victoria

Ofrece impresionantes vistas de 360 grados que te permitirán admirar con otros ojos la ciudad de Wellington, el puerto y el océano al sur. Desde su cima de 196 metros de altura la naturaleza te regala tonalidades únicas cuando cae el sol. Es un lugar ideal para caminar o andar en bicicleta de montaña y se puede acceder a él ya sea en automóvil o caminando por los senderos Oriental Parade y Majoribanks Street. Este espacio mágico rodeado de leyendas también ha servido de refugio para los aterrorizados hobbits en la primera trilogía de ‘El Señor de los Anillos’. Razones para visitarla no faltan.

Foto: Johnny Huynen

Funicular rojo

Una de las experiencias más icónicas de Wellington es subirse al teleférico rojo, que viene a ser la puerta de entrada para marcar ruta por algunas de las principales atracciones de la capital de Nueva Zelanda. El rápido viaje histórico de cinco minutos parte desde el corazón del centro de la ciudad y sube las colinas de Kelburn. Tras el corto viaje en este transporte con más de un siglo de historia no olvides visitar lugares como el Jardín Botánico, el museo del Teleférico o el Space Place (en el Observatorio Carter), entre otros. 

Jardín Botánico ki Paekākā

Tras llegar en funicular puedes visitar este paraje natural impredecible. Como la ciudad misma, es capaz de sorprenderte y encantarte. Si vas corres el riesgo de querer volver. Es un paraíso de caminos sinuosos y vistas impresionantes, repleto de aves e insectos y bosques nativos protegidos ¡Advertimos! Las 25 hectáreas te dejarán boquiabierto ya sea al admirar una cascada, toparse con las orquídeas, hallar un estanque de patos o, uno de sus secretos mejor guardados, embobarse con las luciérnagas que se pueden ver después del anochecer o tras una lluvia primaveral. En verano es un punto de encuentro de conciertos y eventos comunitarios.

Ecosantuario Zealandia Te Mara

Otra visita obligada es este pedazo de increíble naturaleza salvaje. Merece ser digerido con calma, o te perderás esos maravillosos sonidos de las aves nativas. Un verdadero santuario que puedes explorar por tu cuenta durante el día, ya que hay una docena de caminos que puedes seguir con un mapa de visitantes. O también puedes sumergirte en una aventura nocturna a través de un tour guiado a la luz de las antorchas que te permitirá ver algunos animales únicos como el ruruy o las luciérnagas. Y si tienes suerte, incluso verás un raro kiwi manchado. 

Museo Nacional Te Papa Tongarewa

Se traduce como “contenedor de tesoros”. Y, lejos de los clásicos museos, destaca por sus exhibiciones interactivas de vanguardia que están alojadas en seis pisos de un edificio de belleza arquitectónica única. Con su enfoque inteligente, contemporáneo y bicultural ofrece exposiciones permanentes y otras temporales que ofrecen un repaso por los tesoros e historia del país a través de objetos, vestidos, fotografías, etc. Te Papa Tongarewa debe estar ya en tu lista. ¿Otra razón? Es completamente gratis.

Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa

Zoológico de Wellington

Es el primer zoo certificado Toitū carboNZero del mundo, lo que significa que son oficialmente neutrales en carbono. Ubicado en el suburbio de Newtown, es el hogar de más de 500 animales nativos y exóticos en peligro de extinción. Parte de la experiencia consiste en apuntarse a una de las charlas diarias para aprender más de la alimentación y otros aspectos de los animales y, sin duda, poder estar más cerca de los pandas rojos, el oso malayo, los suricatas, las jirafas o las capibaras. 

  • Más info: Visita su página web y consulta sus horarios y entradas.

Calle Cuba

Tan colorida como imprescindible. Un paseo por esta arteria de ocio de la capital de Nueva Zelanda te llevará a descubrir sus cafés extravagantes, tienda de ropa vintage, comercios de vinilos y discos, galerías de arte o hallazgos únicos como libros raros e inusuales que almacena Pegasus Books, una pequeña librería que también es sede del festival literario anual de Wellington. Y no olvides pasar por la famosa Fuente del Cubo, que está hecha de baldes y que puede sorprenderte al salpicarte el agua ¡Una experiencia esencial en Wellington!