El monumental centro religioso musulmán, al que se añadió una catedral cristiana tras la reconquista, es la gran atracción arquitectónica de la ciudad andaluza
Hay monumentos que nunca defraudan las expectativas, aunque sean altas. Son bellos como imaginábamos antes de verlos pero, además, provocan sensaciones inesperadas. Y la mezquita-catedral de Córdoba es uno de ellos, sin duda. Es casi imposible visitar el gran legado de la época de dominación musulmana de España, junto a la Alhambra de Granada, y no sentirse atrapado por un torrente de armonía, quietud y silencio.
La principal atracción turística de Córdoba, que fue declarada patrimonio de la Humanidad a mediados de los ochenta, es un obra religiosa imponente que parece avanzada incluso cuando ya se cumplen casi trece siglos de su construcción. Es un espacio de paz, sobrio y que invita a la introspección, para ver sin prisas e incluso para quedarse un par de horas y disfrutar del bosque de palmeras pétreas y descubrir cómo va cambiando su aspecto conforme se va filtrando la luz y proyectando prismas de colores sobre la columnata y el juego de arcos y bóvedas.
Pese a su fama que trasciende fronteras, una parte de la historia de la mezquita es poco conocida. Te descubrimos a continuación una serie de curiosidades que quizás ignorabas sobre el reclamo arquitectónico más soberbio de la ciudad andaluza.
Fotos: Cabildo Catedral de Córdoba/Roxana Ibañez
♦ Mezquita y catedral a la vez
La que fuera la Gran Mezquita de Córdoba fue construida en la época de esplendor de los omeyas. La concibió Adbderramán I en el 785, reproduciendo el modelo de las mezquitas de Damasco y Jerusalén y fue el lugar de oración del califato dependiente de Siria que acabó independizándose y convirtiéndose en un emirato. En su máximo esplendor, Córdoba llegó a alcanzar el medio millón de habitantes y la mezquita acogía a más de 17.000 fieles. Era el centro religioso y también de poder, llegando a contar con un albergue de peregrinos y oficinas y siendo el lugar donde los sucesivos califas o emires lanzaban proclamas. La última ampliación la impulsó Almanzor, el primer caudillo del emirato independiente de los omeyas, y se termina en el 990. Los cristianos conquistaron Córdoba en 1236 y el rol de la mezquita cambió, con la Capilla Mayor erigida ese mismo año, hasta que Carlos V, en 1526, ordenó demoler el área central interior para levantar la catedral de Nuestra Señora de la Ascensión. La planta de cruz del templo católico se incrustó entre las naves de la mezquita y la catedral tardó dos siglos en completarse, lo que permite entender la variedad de estilos diferentes –gótico, renacentista, manierista, etc- que se aprecian en la bóveda del coro, el retablo mayor o las varias capillas.
♦ Un jardín para orar
La sala de oración es la dependencia principal de la mezquita y está formada por 12 naves transversales y 11 longitudinales, que se superponen alrededor de la catedral. Cobija 514 columnas de granito, mármol y jaspe que dan sustento a una red maravillosa de arcos dobles, dovelas y contrafuertes. Los arcos son de inspiración visigoda pero más amplios, probablemente tomando como referencia el uso que los romanos le dan en sus acueductos. La aportación del arte islámico es el doble arco y el uso de polilóbulos que le otorga un encanto especial, además del recurso de ladrillos rojos y blancos alternados. Es esta combinación la que remite a las palmeras, pues se supone que su referente inicial era el jardín original de Mahoma. Es el lugar más icónico y reconocido del monumento.
♦ De minarete a campanario
La actual torre-campanario es uno de los elementos arquitectónicos que más ha cambiado desde Al-Andalus. Fue levantada como un alminar, la atalaya desde la que se llama a los fieles a las cinco plegarias diarias, y se elevaba una cincuentena de metros, siendo uno de los miradores más privilegiados de Córdoba, una ciudad eminentemente llana. La actual estructura es la que se construyó después del terremoto de 1589: Hernán Ruiz III proyecta el juego de campanas y Juan Sequero de Matilla, el reloj.
♦ El mihrab
Es el hueco del muro de quibla que tiene como función indicar a los fieles la dirección de la Meca y, por lo tanto, el lugar hacia donde tienen que orar. Curiosamente, en la Gran Mezquita de Córdoba, el mihrab, una hornacina sin nada en su interior y decorada con versículos del Corán que servían para reforzar la autoridad del califa, no está encarado correctamente hacia la Meca. Esa disfunción no le quita méritos para ser uno de los lugares más bellos del monumento. Todo lo contrario. Forma parte de la ampliación realizada por Alhakén II, con una planta octogonal sobre un zócalo de mármol, una cúpula de venera, arquillos ciegos trilobulados y una entrada en forma de arco de herradura peraltado decorado con profusión de mosaicos, típicos de la tradición artística bizantina. Es una de las grandes estancias del arte islámico en España.
♦ El patio de los naranjos
Era el lugar entre muros y al aire libre –en una esquina estaba el minarete, que representaba la entrada a un pequeño edén antes de rezar. Los fieles realizaban sus abluciones (lavados rituales) antes de entrar a la sala de oración y se charlaba bajo la sombra de los árboles, que no siempre fueron naranjos, una especie introducida en el sur de la península por los árabes. La disposición actual data de 1597, cuando el obispo de Reinoso planea los tres cuadros separados por calles con la variedad vegetal de naranjos, cipreses y palmeras.
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♦ Conclusión
El conjunto de lo que fue la Gran Mezquita de Córdoba y la Catedral actual justifica una visita a Córdoba, pues es el emblema de la ciudad y una demostración de convivencia arquitectónica. El legado musulmán se completa con las ruinas de la ciudad de Medina Azahara, mientras que otras atracciones turísticas de Córdoba que merecen la pena son el Puente Romano, la judería o la torre de Calahorra.